Ejercer un derecho, no pedir un privilegio


No es por eso un privilegio el que reclamamos, sino un derecho beneficioso, que permite que nuestras generaciones más jóvenes crezcan mejor formadas, sin censuras ni ignorancias que harían de menos su bagaje cultural. El factor religioso incluso desde el punto de vista cultural, supone el asomo a una serie de valores altamente humanizadores.


18 junio 2016
La formación cristiana en la escuela es un derecho de padres y alumnos. No es un privilegio o una concesión que las autoridades nos hacen, aunque tantas veces lo presenten así personas o grupos sociales con indudable insidia. Ese derecho está expresamente reconocido y garantizado en Declaraciones y Pactos internacionales, en la Constitución Española y en el Acuerdo entre la Santa Sede y el Estado Español. Por eso mismo, desde hace años, trabajamos para que la enseñanza religiosa escolar tenga la consideración jurídica y el trato académico, la estima familiar y la consideración social que merece por su importante aportación al pleno desarrollo de la personalidad humana.

La clase de Religión Católica busca respuestas a las grandes preguntas que todos nos hacemos, y aporta razones para amar, para creer y esperar. Se integra armónicamente en el conjunto de conocimientos y convicciones que concurren en el proceso educativo del alumno. Facilita el diálogo de la fe con la cultura, y esto ayuda a comprender las manifestaciones artísticas y culturales de nuestro pueblo, del mundo en que vivimos. Se conocen mejor otras religiones y culturas, aprendiendo a convivir. Descubre los fundamentos de la dignidad de la persona humana, ofrece un estilo de vida individual y social, suscita la conciencia de los propios derechos y de los correlativos deberes, impulsa hacia la generosidad y contribuye de este modo a la formación integral de la persona.

No es una catequesis en la escuela, que para eso ya está y debe estar la parroquia. Sino que se trata de una verdadera dimensión educativa, un factor que se necesita para poder comprender culturalmente ese dato que llamamos religión. Desde siempre el hombre ha ido percibiendo y describiendo a su manera la relación con el Misterio, la relación con Dios. Así, desde la época de las cavernas más ancestrales hasta el hombre de la tecnología más espacial, todos han sabido generar una expresión cultural respecto de ese Misterio que llamamos Dios. En nuestra historia hispánica y europea, esta relación con Dios ha tenido un punto de encuentro totalmente particular con el Cristianismo. Aunque no todos sean practicantes, sí que todos son culturalmente cristianos.

Ignorar este factor significaría no entender, por desidia o por desdén, algo que nos constituye como pueblo y como civilización. La cultura que ha generado el Cristianismo, el derecho, las iniciativas sociales, las páginas de heroico testimonio y santidad, la literatura, la música, la escultura, la pintura, la arquitectura, todo quedaría relegado a una torpe censura en aras de un inculto prejuicio y de una ignorante ideología.

No es por eso un privilegio el que reclamamos, sino un derecho beneficioso, que permite que nuestras generaciones más jóvenes crezcan mejor formadas, sin censuras ni ignorancias que harían de menos su bagaje cultural. El factor religioso incluso desde el punto de vista cultural, supone el asomo a una serie de valores altamente humanizadores que permiten que las personas sepan que existe la excelencia del bien, de la paz, de la solidaridad, de la verdad, y de la apertura a Dios, cuya grandeza ni nos humilla ni nos enajena. Es un Dios amigo que no nos enemista con los demás, si es el Dios verdadero. Apuntar o apuntarse a la religión Católica en la escuela, es una manera de cultivar una visión del mundo, tener un juicio sereno sobre las cosas, e ir asimilando la sabiduría bella y bondadosa que la cultura cristiana ha sido capaz de generar.

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